¿EDITORIAL
EL POPULAR, viernes 8 de marzo de T985
ELECCIÓN Ó ABOLICIÓN
campaña electoral que culminó con lavictoria de los Conservadores de Brian Mulroney fue la más costosa de la historia en Canadá, alcanzándose un total de 17.4 millones de dólares en gastos totales por los tres partidos mayores del país.
Los costos de cada una de las campañas partidarias debfán limitarse a un máximo de 6.391.497 dólares, segúni lo establecido por la oficina del Funcionario Electoral en Jefe Jean-Marc Hamel. 'De- haber excedido ese tope, ios partidos infractores hubier'an tenido que pagar una multa de. 25.000 dólares.
" Eh'el caso deslos tories victoriosos, la diferencia entre 4o gastado-durante la campaña y el límite legal fue dé apenas 2.556 dólares, habiendo invertido 6.38 8.941 dotares' en persuadir a la ciudadanía. Los Liberales, por su pane, gastaron 6.292.983 dólares, mientras que elÑuevo Partido Demócrata invirtió 4.730.723 dólares en dar a conocer su mensaje.
Por comparacifí>n. el costo total de la elección federal de 1980 para los tres partidos mayores había ^ido de 11."2 millones de dólares,
Én 1984.*la publicidad televisada fue el jubro de las campañas prosel i tistes que mayor cantidad de fon-dos demandó a las arcas partidarias, con los Conservadores gastándose en la misma 1.8 millón de dólares, los Liberales 1.7 millón de dóParesy el NDP 1.2 millón de dólares"
"Xa aplastante derrota del Partido Liberal a pesar de sus casi 6.3 millones de dólares en gastos totales para el comicio de! septiembre, suma muy próxima a lo gastado por los Conservadores, es prueba eibcuente de que el, temido poder de los medios de comunicación ' para controlar las mentes de los ciudadanos es efectivamente contrarrestado por los datos de la realidad en una sociedad libre y democrática.
En lugar de votar en base a los milagros y maravillas promocionados por la pubiicidad Liberal. los Canadienses parecen haber meditado acerca de lo hecho por el partido durante su larga estadía en el poder, para decidir finalmente que era hora de darle una oportunidad a la oposición Conservadora pero, significativamente, sin aniquilar al mismo tiempo ai
NDP. I
Los gastos de los partidos y los esfuerzos gratuitos
de sus volüntarips tienen como finalidad alcanzar una
mayoría dé bancas en la Cámara de Ios C omunes y la óportunidaó óe formar el gobiemo deí pafs que ella
implica.
Pero hay en Canadá otra cámara legislativa federal que no r^quierede ninguna competencia para ganarse la confianza del* electorado, ni vérselas con él al final del mandato en procura de la reelección.
Es el Senado Canadiense, cuyas 104 bancas son •^llenadas mediantp designaciones del gobierno de turno.
Por notable coincidencia, cada gobierno ha optado por colocar en la Cámara Roja, así llamada por el color predominante de su decoración, a viejos
" o-
;aballos de batál 1 a de su propio' partido. utiI izando. las nominaciones Senatoriales para el pago de favores recibidos en la arena política. en lugar de basarlas en la idoneidad o la representatividad.
Es así que. a pesar dé un costo para los contri buyentes imposi tiVos que se ^ estima cercano aI millón de dólares diarios, el Senado ha podido sobreviyir sin mayores preocupaciOnes Ios rutinarios llamados para.su reforma o abolición.
Aparentemente, el actual gobierno planeaba seguír utilizando al Senado como sus predecesores Liberales, premiando con bancas a sus fieles servidores y pagando íavofes de tiempos idos. Pero la Cámara, sobrepóblada de hombres y mujeres nombrados por aquel los. se dejó dominar por un poco común iristimo suicida y bloqueó la aprobación de un proyectó legislativo del gobierno que autorizaba la obtención de préstamos para el fisco.
La legislación era de rutina y no mereció mayores objecciones entre los Diputados federales más allá de la previsible pirotecnia retórica, pero los Senadores escogi éron igual mente demorar l a aprobaci Ón en base a detalles de dudosa relevancia.
En la práctica, élio significó un obstáculo injustificable del normal desarrollo de las tareas de gobierno, convirtiéndose evéntuaimente en la gota que colmó él vaso de la paciencia de los Tories; quienes dé innhediato declararon una guerra contra el Senado.
A unque no es claro si, el gabineíe federal estaría dispuesto en verdad a la abolición dei Senado, como insinuó el Sr. M ulroney, habría un consenso Ministerial acerca' de la necesidad dé su 'reíorma, para yol ver (o r epresentantivo por I o menos en forma rcial de lá realidad del país.
Ayer, jueves, el gobierno federal consideró las opciones con que pojítaría para reducir el poder dé 1 os
Senadores, <|l prebendas h
Cualquier Senado requí Comunes y el de por lo me provincias que
Los gobiern en favor dé vol sea en forma
actualmente pueden disfrutar sus ; 75 años de edad, [nija Constitucional que afecte al apoyo de la Cámara de ios Senado, así como del respaldo tercios de las legislaturas de dan ai 50 % dala población, lales están mayoritariamente ;esentativa a la Cámara Aita>
^ o provincial, habiendo
discrepancias ert'QUWn to al méí od O d e lograr ese fin. sugiriéndose el voto de la ciudadanía o la nominación de los Senadores por las TegisI aturas provincial es.
Si se cede a la tentación de mantener el procesó de nominación para llenar las bancas, seguirá existiendo \a posibilidad muy real de que la presunta reforma degenere énei favoritismo actual a costa del fisco.
El único método para que él Senado pueda alcanzar una representativídad indisputable es que sus miembros sean elegidos directamente por la ciudadanía, debiendo responder a ella por sus ac-.ciones:
LOS ANTEOJOS
■A
Los OJOS son las ventanas det alma. . . y el ponerse anteojos equivale a descorrer los visillos.
La gent^ que goza de vista perfecta está condenada a pasar por esta vida con las ventanas abiertas de par en par, observandiD todo lo que ocurre al lado afuera, por muy desagradable que a; en cambio los^que por una razón u otra, deben usar anteojos, tienen la inmensa yenia'ia de poder correr los visillos a voluntad y quedar en una apacible penumbra.
La principal objeción que se le hace a los anteojos es la de ser antiestéticos. La estética, por lo demás, es una mera cuestión de costumbre que evoluciona con el tiempo.
Es muy posible que los anteojos sean considerados antiestéticos debido a su relativa novedad, ya (ijue la más antigua noticia que teñe» mos spbre su uso nos la proporciona un retrato del Cardenal Ugone, existente en una iglesia de Treviso y pintado en 1352. Pero no me extrañaría en lo más mmimo que en el próximo siglo el usar anteojos, como ahora el usar aros, anillos y pulseras, fuera considerado como un irnperativo estético categórico.
Mientras tanto, y en este siglo, el tener que usar ^anteojos presta a la existencia un colorido y una plasticidad que las personas de vista normal no pueden comprender.
En primer lugar, si uno usa anteojos se aburre mucho menos. El tiempo que los visual-mente perifectos gastan en aburrirse, uno lo gasta buscando frenéticamente los anteojos, abriendo y cerrando cajones, repasando bolsillos y hurgando la cartera que usó el d/a anterior.
En segundo lugar, la vídaemocional de una persona que usa anteojos es incomparablemente más vibrante y más pieria que la de una persona normal;
El ahiquilamiento de mil personas en alguno de los diversos campos de batalla que surgen por nuestro planeta no produce lá misma vibración -ni en calidad ni ep intensidad- que
la rotura inesperada de nuestros anteojos. Las inundaciones o los temblores en lugares lejanos np pasan emocionalmente más allá que una trizadura en uno de los eristales. No es que los que usan anteojos sean depravados; es sencillamente que las tragedias, como los sonidos, pierden su intensidad según el cuadrado de las distancias a que ocurren. Y cuando uno, quiebra los anteoios, la distancia es cero y la tragedia irifinita.
Pero ía principal ventaja de usar anteojos consiste en que nos proporciona un método seguró, eficaz y econórnico de escapar a la realidad. A lo ancho dé todo el mundo vemos cómo la gente se aficiona a filosofías escapis-tas, a drogas, al aícohoJ o a seguir a falsos gurús. A uno le basta con quitarse los anteojos para que los contornos sé suavicen, las caras pierdan el ceño adusto, las canas se hagan imperceptibles y los cutis queden todos tersos; Los títulos sangrientos de los pasquines no se alcanzan a distinguir; las disputas internacionales se pierden en un borrón y los precios de los artículos expiiestoseh las vitrinas pasan a ser inexistentes. Además, lo que es muy có-niodb, uno no se encuentra con ningún cónQ° cidó por la calle, porque simplemente no ios
Director Propietario EDUARDO URUENA
Ediíori alista Admini str ación Artes Gráficas Computadoras Fotografía
Columnistas
M iguel Rafeievf/icz
CarbeO rellané Mtrtá Mino
E dgar L eón Jorge León
Claudio: Tiíichocs Osvaldo Escobar Juan o reí lana Manuel Galabay
Claudio Ti ti choca Manuel Gaiabay . Osvaldo Escobar Alex Zisman lim G .R oss
Fuentes Informativas
reuter latín
Servicios de Fotografía umted Press
- ■■■■ ñ euier
Todas las coiumnas. artículos y opiniones publicados en nuestras páginas son responsabilidad de sus autores y no .reflejan necesariamente el pensamiento de este diario.
Reservamos el derecho de publicar cualquier escrito inMiío.
-: Todos los avisos .pubi i citar IOS, íotografías y textos publicados-son: de -excJusiva propiedad; reproducción parcial o total sin previa autorización constituye plagio ante la ley,
Second class mail M0.2653. Postage paid at Toron'to.
•Published' four times per week. ; Monday, Wednesday. Friday and Saturday All R tghts R eserved. ■ Derechos Reservad os 1985
• 2413 Dundas St.Wesí Toronto, Oniariu Canadá M6P-ÍX3
Tel:.531—2495 y, 531—2496
De otra manera, la abolición de ia Cámara, largamente predicada por el NDP. es el camincj) más razonable para eliminar a un anacronismo injustificado y costoso, que mega el carácter democrático del país.
raí
distingue.
Al sacarse los anteojos parece que uño se hiciera, en cierto sentido, más optimista, más sereno e inmune a los detalles incómodos del diario vivir.
Me parece a mi' que si la humanidad insiste eji connplicarse a la misma velocidad con que lo ha hecho hasta ahora, el hombre del futuro, para poder sobrevivir, va a necesitar ser no sólo un poco miope, sino también algo sordo y ligeramente tartamudo.